sábado, 24 de agosto de 2013

Forever trusting who we are. No, nothing else matters.



    Antes de comenzar la entrada estaba leyendo un relato, muy buen relato, que hablaba del destino y es que varios años pueden pasar en un día.

La verdad es que el texto me hizo pensar bastante…

  De no ser por una simple conversación, de esas en las que preguntas que tal el verano y todas esas cosas, no hubiera llegado hasta aquí. ¿Qué hubiese pasado si no hubiera contestado al whatsapp? ¿Y si Heleglobina no me hubiera sacado el tema?

Nada sería igual, Lunática no estaría aquí, mirándome desde la luna, con esa mirada de loca escondida tras sus gafas sin cristal; sencillamente no existiría.  Por lo que puedo decir que Lunática, y todo esto, es fruto de algo extraño que la vida tenía pensado para mi, y es que las mejores historias nunca son planeadas sino que surgen de la nada fruto de otra casualidad aún mayor.

“La vida es lo que pasa mientras mueres”

Nos pasamos la existencia haciendo planes de futuro hasta que algo nos rompe los esquemas y todo lo planeado se queda flotando en el aire porque al Señor Destino le gusta darnos sorpresas.

A mi una de mis mejores sorpresas ha llegado en forma de nariz, personalmente me gustaba una nariz menos chata que la mía, la de Penélope Cruz es muy bonita, pero no pudo ser, me ha tocado la nariz roja. Y gracias a esa nariz cada día aprendo cosas nuevas y me reafirmo en lo que ya sabía: que la risa mueve montañas.

Este miércoles y gracias a cruz roja pude volver a subir con Pachucho. Dispuestos a jugar y si me lo permitís, a portarnos un poco mal jeje.
¡Tanto aprendimos que hasta descubrimos una nueva especie! El osomono que habita en los gorros de mago y tiene una capa de lunares, también aprendimos a diferenciar entre sapo y rana (obviamente la diferencia reside en que los sapos llevan gafas y las ranas lentillas), pudimos conocer la otra cara del increíble Hulk, o hacernos una radiografía con la Nintendo DS para que unas estupendas doctoras le curaran la pupa, que esta vez era hasta peluda, a mi amigo Pachucho. Tan bien lo pasamos y tanto tanto aprendimos que hicimos hasta un nuevo avance en nuestra investigación del sonido: para hablar más bajo claramente hay que tirarse al suelo.

Es cuando acabas, cuando guardas a Lunática en el bolso y vuelves a ser Andrea, cuando dejas de jugar con Pachucho para cruzar las puertas de maternidad con Fran, piensas y sonríes, cuando te llaman para preguntarte como fue y tú lo cuentas con la misma ilusión que tiene un niño. Ahí te das cuenta de que todo pasa por algo y que es necesario en tu vida.

Felicitaciones a Pachucho por ser un payaso tan dinámico y estupendo, es un lujo que quisiera jugar con la loca de Lunática y 1000 millones de gracias a cruz roja por dejarnos formar parte de su tarde.

Besos de osomono.


Pdta: “Por siempre confiando en quienes somos. No, nada más importa”


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